Seguimos aquí aunque se oye sobre arcanas profecías mayas que colocan el fin del mundo
Cuando se acercaba el año 2000 resurgieron voces apocalípticas sobre el inminente fin del mundo. En mi infancia había oído a otros muchachos que repetían lo escuchado acaso en sus casas: el mundo se acabará en el año 2000. Seguimos todos aquí, aunque últimamente se oye sobre arcanas profecías mayas que colocan, ahora sí, el fin del mundo ¡en el mismísimo 2012! También hay otro tipo de "profetas" que anuncian el fin del capitalismo y de la democracia liberal. Hasta el estimado colega Emeterio Gómez proclama la muerte de la filosofía. No hace mucho se sentenciaba que el mundo llegaba pronto al pico en producción de hidrocarburos y las perspectivas energéticas eran sombrías, lo que implica otro final no lejano para la economía mundial. Años antes Fukujama anunciaba el fin de la historia. Ahora se habla del final del crecimiento en China. Casi todo se está acabando, llegando al final, muriendo. Aparentemente.
Porque el planeta sigue rotando. Científicos rusos afirman que existe un ciclo ártico normal en el cual caben los recientes derretimientos del hielo. Algunas partes de la Antártica están aumentando de tamaño.
El calentamiento global tiene más de 15.000 años de proceso y seguimos aquí. La profecía maya parece que tuvo algunos errores computacionales (por razones obvias). La democracia y la economía siguen floreciendo en la mayor parte del mundo, por encima de la recién terminada crisis y de los apotegmas castristas y chavistas. Se aproxima una revolución energética en Norteamérica, empujada por el gas natural y nuevos modelos de desarrollos en la producción de crudo, gracias a nuevas tecnologías y la aplicación de capital de riesgo.
Mientras algunos extremistas predican la caducidad del cálculo económico, gracias a que andan sentados en millones de barriles de petróleo bajo el suelo bajo su control, los progresistas chinos, indios, rusos, brasileños, y muchos otros, utilizan el mismo cálculo para explorar las ventajas que ofrece la economía mundial a quienes la entienden y contribuyen a su evolución. El problema no está en una maldición petrolera, sin embargo. Arabia Saudí, los Emiratos y hasta Qatar, riquísimos en petróleo, por citar tres, vienen desde hace tiempo diversificando sus economías, con éxito notable en varios renglones, desde aluminio y turismo, hasta educación y salud. La enfermedad holandesa es un tema del ya remoto pasado para los países petroleros con visión moderna del futuro.
En esta dinámica mundial, el Gobierno venezolano ha venido anotándose, no obstante, con lo más retrógrado del escenario. Predica algo así como el fin del mundo por culpa del capitalismo y de la democracia, y ofrece a las masas como refugio el control eterno del poder para sí y apoya lo mismo en otros países, desde Cuba hasta Siria. En un mundo que se mueve y cambia con rapidez sin precedentes, el Gobierno quiere protegerse del cambio apelando a la inmovilidad.
El problema real es que el mundo no se acaba mañana. Que la democracia y el capitalismo tampoco. Que hay que seguir viviendo de la mejor manera por encima de las tumbas, como decía un prócer de la democracia venezolana. El problema es que aunque todo parezca llegar al final, todo continúa en medio de los cambios. Hasta Emeterio sentencia la muerte de la filosofía usando argumentos filosóficos.
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