Las siete plagas de la destrucción parecen haberse desatado sobre el planeta y la humanidad nivelada y regida por el sistema capitalista. Es como si hubiera estallado un aviso de Apocalipsis. Pero no se trata de la Biblia ni de la ira de Dios. Se trata de una acción-reacción matemática. Se trata de un principio de acumulación de factores. Una ecuación numérica. Sumas y restas, de acciones irracionales que llevan a un desenlace interactivo. Tres líneas del Apocalipsis que avanzan hacia un solo desenlace. La destrucción del planeta con nosotros sobre él. Y lo peor: Nadie lo puede detener. Es como si al sistema, que se quedó impune y sin enemigos, le hubiera llegado la hora de la implosión. De una autodestrucción asegurada, como emergente de su propia acción depredadora a escala planetaria. ¿El castigo de Dios? No, el castigo de la vida. Una lección última del Universo totalizado, a un sistema asesino que se erigió en “mundo único” matando al propio cerebro humano y pasando por encima de las leyes de la lógica y el sentido común.
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