El Apocalipsis es el último libro de toda la Biblia. Y siempre ha sido un misterio para los seres humanos. Y como es un libro misterioso, ha sido motivo de muchas malas interpretaciones. También ha sido motivo de preocupaciones en todas las épocas, pues muchos han visto en él sólo destrucción y castigo.
Apocalipsis significa “revelación”. El Apocalipsis es la revelación de Jesucristo a San Juan acerca de los acontecimientos futuros. ¿Qué se nos revela en este libro?
Primero, que existe un mundo invisible para nosotros. En segundo lugar, que ese mundo invisible está -podríamos decir- separado de nosotros como por un vidrio, que es opaco de nuestro lado, pero transparente del lado invisible. “Ante el Trono se extiende un mar como de cristal transparente” (Ap. 4, 6). Pero lo más importante es que Dios, que conoce todo y ve todo aquí en la tierra, se ocupa de cada uno de nosotros y está pendiente de nuestra lucha contra el Mal.
Adicionalmente, Dios se revela como el Señor de todo. El es “Rey de reyes y Señor de los señores” (Ap. 19, 16). Por eso no tenemos que temer nada. Porque al final triunfarán Dios y los suyos.
El Apocalipsis tiene un especial género literario: su género es apocalíptico. Es un género usado en tiempos de persecuciones. Es una literatura de resistencia que busca proporcionar esperanza a los perseguidos. En el momento que se escribió el Apocalipsis (90 a.d.), el pueblo cristiano sufría tremendas persecuciones. De allí que esté lleno de muchos simbolismos, imágenes, números, utilizados para mantener a los perseguidores en la ignorancia.
En el Apocalipsis los números son usados como símbolos. El siete, por ejemplo, denota la perfección (porque la cabeza perfecta tiene siete orificios). Pero el seis significa la imperfección, pues le falta uno de siete, como la ceguera, por ejemplo, que es falta de vista, es una imperfección. Y la máxima imperfección es el seis triplicado (666) que es el número del Mal, el número de la Bestia (Ap. 13, 18).
Otro número mencionado en este libro es el doce. El doce es un número santo. Simboliza las doce tribus de Israel y los doce Apóstoles. Doce al cuadrado es 144 (plenitud), multiplicado por 1000 (gran cantidad) es 144.000. Esta cifra no significa, como predican algunas sectas, que sólo irán al Cielo 144.000 personas. La cifra es un número simbólico que indica una gran muchedumbre, como dice también el Apocalipsis: “luego vi un gentío inmenso, imposible de contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua ...” (Ap. 7, 9).
Contrario al Milenarismo (condenado por la Iglesia Católica en 1944) que tomando Ap. 20, 3-4 en forma literal, proponía que Cristo reinaría en esta tierra por un período de mil años, el mil años significa un tiempo muy, muy largo y tiene una connotación de triunfo.
El Apocalipsis es también un libro profético, de anuncios futuros. Anuncios inmediatos para los que vivían en el tiempo en que fue escrito, siempre en la línea de que los malos serían castigados y los buenos resultarían victoriosos y premiados si perseveraban en ser testigos de Cristo.
El Apocalipsis también anuncia que lo que sucedía a los cristianos y a la Iglesia en el Siglo I, seguiría ocurriendo a lo largo de los siglos hasta el fin de la historia humana. En otras palabras, siempre habrá un “dragón rojo” y “dos bestias” persiguiendo a la Iglesia y a sus hijos. Pero, a pesar de los esfuerzos del dragón y sus secuaces, el Cordero (Cristo) y sus seguidores siempre triunfarán.
La profecía básica y constante del Apocalipsis es que siempre habrá persecuciones de los buenos por parte del Mal. Pero el Mal será castigado y los buenos triunfarán al final. Dios vencerá el Mal.
Vendrá el Cielo nuevo y la tierra nueva. El mundo anterior en el que Dios ha sido rechazado, ya no será más. Dios vendrá a establecer su morada entre nosotros. Será un Reino de justicia y de gracia, un Reino de amor y de paz.
(Estas ideas han sido tomadas del libro “Apocalipsis, el libro de nuestros tiempos” escrito por el Padre Albert Shamon en 1991).
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