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El asteroide 1950 DA |
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Es el 16 de marzo de 2880 y se espera en la Tierra la llegada del asteroide conocido como 1950 DA, una gran roca de algo más de un kilómetro de diámetro. Se teme que se lance sobre el océano Atlántico a una velocidad de unos 62.000 km por hora. La probabilidad de que el asteroide dé contra nosotros es pequeña, pero no cabe duda de que a lo largo de la historia de la Tierra periódicamente nos han golpeado asteroides de ese tamaño y también mayores, en algunas ocasiones con efectos catastróficos. El impacto llamado K/T, por ejemplo, golpeó cerca de la península de Yucatán, en lo que es hoy el Caribe mexicano, y dio fin a la era de los dinosaurios hace 65 millones de años.
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Mapa de los cráteres de impacto conocidos en la Tierra |
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Los geólogos saben que estos eventos han ocurrido muchas veces en el pasado. Es probable que la Tierra haya sido golpeada por asteroides del tamaño de 1950 DA alrededor de 600 veces desde la era de los dinosaurios.
El océano cubre el 70 % de la superficie de nuestro planeta, de modo que si nos impactara un asteroide lo más probable es que lo haga sobre el agua. Un impacto así produce enormes olas, llamadas tsunamis, que se propagan desde el lugar del suceso como las ondas circulares que se observan en una charca cuando arrojamos una piedra. Estas olas golpearían e inundarían las zonas costeras, afectando gravemente las zonas pobladas.
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Se estima que en el cinturón de asteroides puede haber más de un millón de cuerpos con diámetros de más de un kilómetro. Crédito: NASA |
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Científicos de la Universidad de California en Santa Cruz, Estados Unidos, realizaron una simulación por computadora del impacto de un asteroide en el océano. Los resultados mostraron olas de hasta 120 metros de altura desplazándose hacia la costa atlántica de los Estados Unidos.
La simulación fue realizada sobre un asteroide real, que ya se sabe que dentro de unos ocho siglos tendrá un encuentro muy cercano con la Tierra. Los resultados de la simulación fueron publicados en el número de junio de Geophysical Journal International.
Para los científicos, la mejor manera de manejarse ante el riesgo de desastres naturales es mejorar el conocimiento que se tiene de ellos. Este estudio de simulación que se ha realizado es parte de un esfuerzo general por poner en marcha un sistema racional de prevención de impactos. Es muy interesante estudiar los riesgos que representan los asteroides, pues las probabilidades de que ocurra un impacto son bajas pero las consecuencias potenciales son enormes. Por suerte las leyes de la mecánica orbital permiten que los científicos predigan si puede producirse un encuentro así, siempre y cuando se haya detectado el asteroide.
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Asteroide Gaspra |
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La posibilidad de que 1950 DA cruce su camino con la Tierra fue reportada el 5 de abril de 2002 en la revista Science por un equipo de científicos liderados por investigadores del Jet Propulsion Laboratory de la NASA. Aunque la probabilidad de que este asteroide impacte nuestro planeta es de sólo un 0,3 por ciento, de los que se han detectado es el único que no pudo ser descartado por los científicos como peligro para la Tierra.
1950 DA representa un riesgo muy bajo, incluso menor que el riesgo de que en ese mismo plazo seamos golpeados por un asteroide de ese tamaño que aún no haya sido descubierto. Sin embargo, siendo real, ofrece un buen escenario para el análisis.
Para la simulación, los investigadores eligieron un lugar de impacto que coincide con la orientación de la Tierra en el momento que se predice para el encuentro. Si se produce, será en el océano Atlántico a unos 580 kilómetros de la costa de los Estados Unidos.
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Impacto de los fragmentos del cometa P/Shoemaker-Levy 9 en Júpiter, en julio de 1994. |
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El orden de los sucesos sería: el impacto produce una explosión de 60.000 megatones que vaporiza el cuerpo del asteroide y produce una cavidad en las aguas del océano de una extensión horizontal de casi 18 kilómetros y hasta el fondo del océano en sentido vertical, que en ese sitio está a unos 4,8 km de profundidad. La explosión remueve parte del fondo, incluso. Luego el agua retorna para llenar el hueco, produciendo ondas en forma de anillo que se propagan en todas direcciones. El impacto produce olas tsunami de todas las frecuencias y longitudes, con una longitud pico de más o menos el diámetro de la cavidad. Debido a que las ondas de menor frecuencia avanzan más rápido que las de alta frecuencia, el impulso inicial se difunde, convirtiéndose en una serie de olas.
En las películas sobre tsunamis se muestra una gran ola, pero en realidad se generan más o menos una docena. La primera que arriba a la costa es bastante pequeña, y luego van llegando otras, cada vez mayores, a intervalos de entre 3 y 4 minutos.
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El cráter de impacto de Chicxulub. |
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Las olas se propagan a través de todo el océano Atlántico y el Caribe. En su recorrido van disminuyendo, de modo que sólo las áreas de costa más cercana recibirán las más grandes. Dos horas después del impacto, olas de 120 metros alcanzan las playas ubicadas desde Cape Cod a Cape Hatteras y a las cuatro horas toda la costa este de los Estados Unidos ha sido golpeada por olas de como mínimo 60 metros de altura. Unas ocho horas después del impacto las olas llegan a Europa, con alturas de entre 9 y 15 metros.
Las simulaciones por computadora no sólo ofrecen a los científicos la posibilidad de controlar mejor los peligros potenciales de los impactos de asteroides, sino que además pueden ayudar a los investigadores a interpretar la evidencia geológica de los eventos del pasado. Los geólogos han encontrado evidencias de que en el pasado hubo tsunamis causados por impactos de asteroides. Hallaron sedimentos depositados tierra adentro y capas removidas de sedimentos en el fondo del mar que coinciden con cráteres, fragmentos de meteoritos y otras evidencias de impacto. Una característica importante de la simulación es que ha permitido calcular la velocidad de los flujos de agua producidos por el tsunami en el fondo del océano, que resultaron de más de 90 cm por segundo a distancias de varios centenares de kilómetros del impacto. Estos flujos arrastran material como el agua que avanza por un río: las ondas cruzan el océano y barren el fondo, erosionando los sedimentos en las costas.
Las olas, además, producen inestabilidad del terreno en las costas, lo que produce movimientos de terreno que pueden ser causa de tsunamis secundarios. Los investigadores también hicieron simulaciones de tsunamis generados por movimientos de tierra submarinos. Demostraron, por ejemplo, que el colapso de una costa volcánica inestable en las Islas Canarias puede enviar un masivo tsunami hacia la costa este de los Estados Unidos.
Se ha instalado un sistema de aviso de tsunamis en el océano Pacífico, en un esfuerzo internacional que procura evaluar cuál es el impacto de los terremotos en la generación de tsunamis. Los investigadores que crearon la simulación piensan que este sistema debería incluir la detección de tsunamis producidos por impactos de asteroides.
Los tsunamis avanzan muy rápido, pero el océano es muy grande, de modo que, incluso si cae un asteroide inesperado de tamaño pequeño a moderado, se podría disponer de varias horas de preaviso antes de la llegada de las grandes olas a la costa.
Los científicos planetarios están logrando un control cada vez mayor de los riesgos de impacto de asteroides. Una campaña de la NASA para detectar grandes asteroides cercanos a la órbita de la Tierra está a medio camino de lograr, hacia el 2008, la meta de detectar el 90 por ciento de los que tienen más de 1 kilómetro de diámetro (el tamaño de 1950 DA).
Hasta que hayamos detectado todos los grandes y podamos predecir sus órbitas, podemos ser golpeados sin aviso. Con la campaña actual de búsqueda, probablemente recién en el año 2030 podamos decir que estamos libres del 90 por ciento del riesgo de impactos que pueden causar daños globales.
Sin embargo, existen cometas errantes que visitan el Sistema Solar interior por primera vez y podrían no ser detectados a tiempo. Y también podrían escapar a la detección los asteroides más pequeños, que aún así pueden producir tsunamis capaces de causar grandes daños.
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